El inicio anoche de la Conferencia
Nacional por la Paz en Venezuela demostró que si hay un diálogo
imposible en ese país, es el de la violencia. Para entenderlo, basta remitirse
al consenso que hubo en esa reunión de alrededor de cuatro horas entre
representantes de diversos sectores sociales, respecto a la necesidad de buscar
solución a los problemas solo por medio de un debate pacífico y civilizado, en
el cual participe ampliamente la población.
Y es muy importante que dicho asentimiento haya partido de
que los asistentes al encuentro (religiosos, empresarios, intelectuales,
artistas, dueños de medios de comunicación, periodistas, diputados,
gobernadores, entre otros) aceptaran previamente tres principios clave: absoluto
respeto a la Constitución, dejar a un lado los actos violentos y evitar la
injerencia foránea en los asuntos internos del país.
En la reunión, tanto partidarios del Gobierno como
opositores reconocieron que Venezuela tiene una
Constitución que fue aprobada, cuestionada por algunos sectores, modificada y
vuelta a aprobar por la mayoría del pueblo, y por tanto cuenta con un apoyo de
muy amplio espectro.
También quedó explícito que los venezolanos son capaces de construir
su propio bienestar sin injerencia de ninguna índole y sobre la base de la más
plena soberanía.
Respecto a la violencia, además de un unánime rechazo, “venga
de donde venga”, se logró coincidir en la necesidad de aprobar cuanto antes el
reglamento para el control y prohibición de armas de fuego, documento que,
según el presidente Nicolás Maduro, está a punto de ser rubricado.
Una somera mirada a los tres pilares básicos en que se
sustenta el diálogo, permite comprender por qué la ultraderecha opositora se
ausentó de esa mesa de concertación. Para Enrique Capriles, Leopoldo López y
compañía la propuesta es, desde todo punto de vista, inaceptable.
¿Cómo comprometerse a respetar la Constitución, si esto los
obligaría a subordinarse al mandato popular, expresado en más de un referendo y
en sucesivas elecciones, incluidas las que llevaron a la presidencia de la
República al actual gobierno? Dentro del
orden constitucional, tendrían que abstenerse de instigar, apoyar y liderar la
violencia, que solamente conviene a sus mezquinos y fascistas intereses.
¿Cómo prescindir de las acciones violentas (aun cuando
reconocen que por esa vía nunca llegarán al poder), si lo que les importa es
crear una situación caótica y un baño de sangre para favorecer la intervención
extranjera, con el apoyo directo o indirecto de Estados Unidos?
Pero el pueblo venezolano es sabio, y hoy, al conmemorar el
aniversario 25 de su insurrección contra el neoliberalismo, conocida como El
Caracazo, puede reconocer que estos lobos son de la misma camada de
aquellos que en igual fecha asesinaron de tres mil 500 a cinco mil compatriotas
(nunca se ha podido precisar exactamente), aunque el régimen dijera que las
víctimas mortales ascendieron a 500.
Mientras pregonan la falta de libertades y la imposibilidad
de negociaciones constructivas sobre bases democráticas, los vendepatrias
rehúsan asistir a la Conferencia Nacional por la Paz, que ya ha dado el primer
paso y reconoce que el único diálogo imposible en Venezuela es el de la
violencia, el de la injerencia extranjera y el del irrespeto a la Constitución.
Sin duda que la apertura anoche de la Conferencia fue un tácito homenaje al 27 de Febrero y al gran líder Hugo Chávez, principal artífice de la paz en esa hermana nación.
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