Las Tunas.-
El cambio
climático, la sobrexplotación de los suelos y otros factores afectan
los rendimientos y hasta pueden arruinar por completo los cultivos, con la
consiguiente pérdida del esfuerzo humano y de recursos financieros y
materiales.
Frente a
tales amenazas, muchos productores de la provincia de Las
Tunas reaccionan de forma casi instintiva, y como son herederos de
prácticas agrícolas basadas en el desmedido uso de fertilizantes y plaguicidas
de síntesis química, recurren a ellos de inmediato.
No se
detienen ante normas éticas y legales, ni atienden al sentido común. Adquieren
ilícitamente y a elevadísimos precios este o aquel producto; lo aplican, sin
conocer apenas la dosis recomendable, ni cuánto tiempo deben esperar para
cosechar y consumir los alimentos.
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En Las Tunas
se inició el cultivo de plantas
para la obtención de productos
biológicos.
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Ciertamente,
los agroquímicos permiten eliminar las plagas de manera rápida y efectiva,
elevan la fertilidad del suelo y fortalecen el estado vegetativo de los
cultivos. Sin embargo, a mediano y largo plazos causan más problemas que los
beneficios inicialmente aportados.
Por
ejemplo, se ha comprobado que esos productos afectan los microorganismos
beneficiosos y el ambiente en general, aceleran e incrementan la resistencia de
los insectos malignos a los plaguicidas; su reiterada utilización disminuye los
rendimientos, e incluso pueden causar trastornos orgánicos y hasta graves
enfermedades a los animales y a las personas.
La amenaza
es aún mayor, porque el empleo de agroquímicos trasciende el ámbito de los
cultivos, al ser utilizados también por productores y comerciantes
inescrupulosos para acelerar el proceso de maduración de los frutos y obtener
dinero fresco, contante y sonante.
Esos
llamados maduradores
son capaces de ocasionar daños irreversibles al organismo, incluso el
cáncer, que es ya la primera causa de
muerte en Cuba.
Aunque a
través de la prensa y otros medios se viene
denunciando ese irresponsable e inicuo proceder, y aun cuando se han
emprendido acciones para capacitar a los productores en cuanto a cómo practicar
una agricultura
económica y ecológicamente sostenible, capaz de proporcionar
alimentos más nutritivos y sanos, el problema persiste.
Mientras
por un lado el Estado cubano gestiona contra viento y marea los recursos necesarios
para garantizar la salud de la población, por el otro unos cuantos egoístas la exponen
a enfermedades y ocasionan al país altos gastos en asistencia médica
y hospitalaria gratuitas, además de que la economía también se
afecta cuando los enfermos son personas laboralmente ocupadas, pues durante la
convalecencia dejan de producir bienes o servicios y pasan a ser pensionados
mediante los fondos de asistencia social.
Contradictorio
resulta, también, que hoy los agricultores tuneros tienen a su alcance una gran
diversidad de bioproductos,
eficientes y baratos, destinados a casi todos los tipos de cultivos, obtenidos
muchos de ellos en sus propias localidades, y sin embargo no los adquieren, generalmente
porque desconocen su existencia, sus potencialidades o el modo más adecuado de
emplearlos.
Y es que las
acciones de promoción, divulgación y capacitación aún son
insuficientes,
poco sistemáticas y débiles, máxime si se tiene en cuenta la arraigada costumbre
de querer resolver todos los problemas de los cultivos a base de agroquímicos,
y que alrededor de un tercio de los productores tuneros carecen de experiencia
por haberse incorporado recientemente a las labores del campo, gracias al último
proceso de entrega
de tierras estatales en usufructo gratuito, iniciado hace solo cinco
años y medio.
Al margen
de que exista mayor o menor cultura respecto a su efectividad y empleo, los productos
biológicos tienen más ventajas que inconvenientes; ya sean fertilizantes,
estimulantes, plaguicidas, antagonistas, o los entomófagos y entomopatógenos,
organismos así denominados, respectivamente, por alimentarse o enfermar a los
insectos dañinos.
Aunque de
acción más lenta que los agroquímicos, los bioproductos actúan en el ámbito
específico y en función de resolver el problema por el que se les haya
utilizado;
son biodegradables, se descomponen rápidamente y no contaminan el entorno, más
bien lo favorecen; tampoco impiden cosechar y consumir de inmediato los
alimentos, los cuales no entrañan riesgos para la salud humana.
Como si
fuera poco, esos medios naturales no propician que con el tiempo las plagas
creen resistencia frente a ellos; en sistemas integrados de cultivo contribuyen
a los altos rendimientos; los alimentos con ellos producidos tienen mayor
demanda, mejores precios y casi ninguna restricción para ser importados o
exportados.
Sin duda,
en comparación con los productos biológicos, los agroquímicos tienen un costo económico,
ecológico y humano mucho más elevado.
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