¡Hola! Soy Raúl Estrada Zamora, periodista cubano. Busco a personas de cualquier parte del mundo que tengan alas buenas para volar en pos de la felicidad y sepan respetar y tratar a los demás de igual a igual, a las buenas, aunque piensen de manera diferente. soyraulez@gmail.com

29 de marzo de 2014

Los agroquímicos y su elevado costo económico, ecológico y humano



Las Tunas.- El cambio climático, la sobrexplotación de los suelos y otros factores afectan los rendimientos y hasta pueden arruinar por completo los cultivos, con la consiguiente pérdida del esfuerzo humano y de recursos financieros y materiales.

Frente a tales amenazas, muchos productores de la provincia de Las Tunas reaccionan de forma casi instintiva, y como son herederos de prácticas agrícolas basadas en el desmedido uso de fertilizantes y plaguicidas de síntesis química, recurren a ellos de inmediato.

No se detienen ante normas éticas y legales, ni atienden al sentido común. Adquieren ilícitamente y a elevadísimos precios este o aquel producto; lo aplican, sin conocer apenas la dosis recomendable, ni cuánto tiempo deben esperar para cosechar y consumir los alimentos.
En Las Tunas se inició el cultivo de plantas
 para la obtención de productos biológicos.

Ciertamente, los agroquímicos permiten eliminar las plagas de manera rápida y efectiva, elevan la fertilidad del suelo y fortalecen el estado vegetativo de los cultivos. Sin embargo, a mediano y largo plazos causan más problemas que los beneficios inicialmente aportados.

Por ejemplo, se ha comprobado que esos productos afectan los microorganismos beneficiosos y el ambiente en general, aceleran e incrementan la resistencia de los insectos malignos a los plaguicidas; su reiterada utilización disminuye los rendimientos, e incluso pueden causar trastornos orgánicos y hasta graves enfermedades a los animales y a las personas.


La amenaza es aún mayor, porque el empleo de agroquímicos trasciende el ámbito de los cultivos, al ser utilizados también por productores y comerciantes inescrupulosos para acelerar el proceso de maduración de los frutos y obtener dinero fresco, contante y sonante.

Esos llamados maduradores son capaces de ocasionar daños irreversibles al organismo, incluso el cáncer, que es ya la primera causa de muerte en Cuba.

Aunque a través de la prensa y otros medios se viene  denunciando ese irresponsable e inicuo proceder, y aun cuando se han emprendido acciones para capacitar a los productores en cuanto a cómo practicar una agricultura económica y ecológicamente sostenible, capaz de proporcionar alimentos más nutritivos y sanos, el problema persiste.

Mientras por un lado el Estado cubano gestiona contra viento y marea los recursos necesarios para garantizar la salud de la población, por el otro unos cuantos egoístas la exponen a enfermedades y ocasionan al país altos gastos en asistencia médica y hospitalaria gratuitas, además de que la economía también se afecta cuando los enfermos son personas laboralmente ocupadas, pues durante la convalecencia dejan de producir bienes o servicios y pasan a ser pensionados mediante los fondos de asistencia social.
Contradictorio resulta, también, que hoy los agricultores tuneros tienen a su alcance una gran diversidad de bioproductos, eficientes y baratos, destinados a casi todos los tipos de cultivos, obtenidos muchos de ellos en sus propias localidades, y sin embargo no los adquieren, generalmente porque desconocen su existencia, sus potencialidades o el modo más adecuado de emplearlos.

Y es que las acciones de promoción, divulgación y capacitación aún son 
insuficientes, poco sistemáticas y débiles, máxime si se tiene en cuenta la arraigada costumbre de querer resolver todos los problemas de los cultivos a base de agroquímicos, y que alrededor de un tercio de los productores tuneros carecen de experiencia por haberse incorporado recientemente a las labores del campo, gracias al último proceso de entrega de tierras estatales en usufructo gratuito, iniciado hace solo cinco años y medio.  

Al margen de que exista mayor o menor cultura respecto a su efectividad y empleo, los productos biológicos tienen más ventajas que inconvenientes; ya sean fertilizantes, estimulantes, plaguicidas, antagonistas, o los entomófagos y entomopatógenos, organismos así denominados, respectivamente, por alimentarse o enfermar a los insectos dañinos.

Aunque de acción más lenta que los agroquímicos, los bioproductos actúan en el ámbito específico y en función de resolver el problema por el que se les haya
utilizado; son biodegradables, se descomponen rápidamente y no contaminan el entorno, más bien lo favorecen; tampoco impiden cosechar y consumir de inmediato los alimentos, los cuales no entrañan riesgos para la salud humana.

Como si fuera poco, esos medios naturales no propician que con el tiempo las plagas creen resistencia frente a ellos; en sistemas integrados de cultivo contribuyen a los altos rendimientos; los alimentos con ellos producidos tienen mayor demanda, mejores precios y casi ninguna restricción para ser importados o exportados.

Sin duda, en comparación con los productos biológicos, los agroquímicos tienen un costo económico, ecológico y humano mucho más elevado.

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